Vuelve a ponerse las alas postizas (creo que ignora que nunca las tuvo en realidad).
¿Renunciar a los sueños? Piensa si será mejor llevar poco equipaje.
Y franquea la puerta... una vez más.
Sale con la cabeza alta,
con los ojos tristes y el corazón encogido...
Es hora de partir.
En una mano las ilusiones, en la otra... la cordura que, porfiada, se acurruca entre sus dedos.
Una se le afloja sin querer, dejando caer sobre el camino, como pétalos que se depositan suavemente a sus pies, los anhelos que se van resbalando, sin remedio...
¡Cierra el puño! le grito, pero no me escucha...Ni sabe cuántos pasos podrá caminar,
ni si las fuerzas le abandonarán enseguida,
Pero caminará sola o acompañada. Qué importa ya, a estas alturas...
Se deja llevar por sus pies, meditabunda, presa de una mortecina pasión.
Llueve por fuera y por dentro,
tiene frío.
Se pone eso que tanto detesta: los retrovisores...
No gritará, no llorará. No luchará en vano hasta perderse en la profundidad del bosque.
Hallará la manera de ver el sol cada día...
Y si no lo consigue, tan sólo imaginadla en la luna, con su gris plata que le protegerá de la ilusión de sus colores soñados...
Pero sabed, entonces, que los buscó hasta el último aliento.
Y que, una vez allí arriba...
ya tendrá el mundo en sus manos.

¿Cuánto pesan los sueños, amigos? o tal vez ¿Son ellos los que nos impulsan cuando las fuerzas nos fallan?
Un beso,